10 de octubre de 2004

Eternal Sunshine of Spotless Mind

¡Olvídate de mí! es el tontorrón título con el que los distribuidores españoles han bautizado la última colaboración del director Michel Gondry y - conviene subrayarlo - el guionista Charlie Kaufmann. Sin duda se trata de un intento de equiparar este filme con las películas habitualmente protagonizadas por Jim Carrey, películas banales de risa fácil. Y Eternal Sunshine... - bello título extraído, según nos dice un personaje, de una cita de Alexander Pope - está muy alejado de esas otras producciones. De hecho, resulta gratificante que desde una multinacional norteamericana se nos proponga una película de estas características, inclasificable y con una estructura dramática que requiere de un espectador atento y activo. Eternal Sunshine... no es una comedia. Lo más gracioso de la cinta han sido los momentos en los que he pensado a los aficionados que hayan venido a verla pensando en encontrarse meramente con "la última película de Jim Carrey" y no estar entendiendo nada. ¡Cómo tampoco estaba entendiendo nada yo! Pero no hay nada que temer, Gondry no es Godard, ni Resnais, ni Antonioni - aunque probablemente los admire -, además esta es una película producida por una multinacional, y el fantástico - dicho sea en la acepción más elogiosa de la palabra - tramo final de la película da las suficientes pistas como para que el espectador pueda recomponer la historia de Joel y Clementine en su cabeza.
La historia de Joel y Clementine es una historia de amor. Y de desamor. Éste es un término que no podrá aplicarse mejor a otra película que a ésta. Joel y Clementine quieren olvidarse el uno del otro y para ello recurren a un especialista. "Bienaventurados los olvidadizos porque superan sus propios errores" - esta cita, también extraída de la película es de Nietzsche, y hay bastante versiones españolas de la misma, yo he mantenido la de la película, sustituyendo "benditos" por "bienaventurados", que algo de religión hice en el colegio - y cabría añadir la reflexión que tales palabras merecieron hace poco a Luís Joaquín Rebolo González: "
El olvido desea silenciar el dolor de las víctimas pero, ante esto, el potencial subversivo de la memoria se convierte en un correctivo crítico y peligroso". Precisamente, subverisvo, crítico e incluso peligroso son adejetivos que andaba buscando para ayudar a definir - tarea bastante difícil - el film. Cuando Joel se somete al proceso que le hará olvidar a su novia, se rebela y busca rincones de su memoria - en su infancia y en su adolescencia, por ejemplo - en los que guardar a Clementine y evitar su desaparición. ¿Será posible? No contaremos el final de la película, naturalmente. Aunque lo verdaderamente peligroso es que le cuenten a uno el principio, al que conviene prestar suma atención. Con todo el final feliz - que lo es - es de lo más triste... Quizás el principal reproche que se pueda hacer a esta obra, sea que precisamente la película no llega a traspasar la piel, que Gondry y Kaufmann son más que competentes cirujanos, pero una vez hecho su trabajo poco parece interesarles implicarse más en la vida de sus pacientes.
Con todo, hay grandes escenas como el reencuentro de la pareja protagonista, mientras, como fondo sonoro, en una cinta desgrana sus muy humanas razones para querer deshacerse del recuerdo de Clementine. Y la historia entre Joel y Clementine es bella, muy bella. Con muy pocos datos y muy pocos gestos - aunque Carrey en algún momento se desmadra un poco -, con muy pocas palabras - "estar siempre hablando no significa tener comunicación" dice Joel en un momento determinado - se da mucha información de los personajes. Kate Winslet, con una gran interpretación consigue que Clementine no sea simplemente una chica extravagante, como tantas en la historia del cine han habido. Entre los secundarios, destacar a Tom Wilkinson y Kirsten Dunst que además guardan una sorpresa que se tornará decisiva. Para concluir os dejo con los versos que dan título a la película:
"How happy is the blameless vestal's lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!"
que corresponden al poema Eloisa to Abelard de Alexander Pope.
Tampoco puedo resistirme a la transcripción de una pregunta que un chat del diario USA Today hicieron a Charlie Kaufmann:
Pregunta: "La estructura narrativa de Eternal Sunhine... es una delicia para los admiradores de William Faulkner. ¿Es Faulkner una de sus influencias?
Respuesta - rotunda - de Kaufmann: "No."

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