31 de julio de 2014

Jenn Díaz, Es un decir



"Lo que yo quería era enamorarme de Tico, darnos besos y caricias, hablarnos con ternura y discutir, ser una bruta y él estar ahí, quieto, de esa manera que están quietos los que tienen miedo, de malas maneras; que él chupara la piedra y a lo mejor nos la pasáramos, como decía por ahí que se hacía con los chicles o los caramelos, que a mí me parecía una guarrada, pero Tico era limpio y nos podíamos pasar la piedra, más siendo una piedra del río, que es tan sano para todo.

Pensaba en aquello y a veces me gustaba y otras me horrorizaba, por eso algunas tardes me quedaba encerrada en mi casa fingiendo que me encontraba mal y lo hacía a propósito, para... no sé, para hacerle daño o algo así. Yo era una bruta y aunque después Tico siempre me perdonaba, al final me cansé de tanta bondad, porque la gente buena casi siempre cansa, qué pena, y las mujeres, qué pena, y la pena siempre acechando. Fue entonces cuando dejé a Tico, porque si hay algo que no soporto es la lástima".

Jenn Díaz, Es un decir. Lumen, Barcelona, 2014.

30 de julio de 2014

Edward St. Aubyn, El padre


"Durante el almuerzo David tuvo la impresión de que quizá hubiera llevado demasiado lejos su desdén por la mojigatería de la clase media. Ni siquiera en el bar del Calvary and Guards Club podía alardearse del incesto pedófilo homosexual con la confianza de obtener una acogida favorable. ¿A quién podía contarle que había violado a su hijo de cinco años? No se le ocurría ni una sola persona que no prefiriese cambiar de tema (y algunas reaccionarían mucho peor). La experiencia en sí había resultado breve y brutal, pero no del todo desagradable. Sonrió a Yvette, le dijo lo hambriento que estaba y se sirvió una brocheta de cordero con habichuelas verdes.
- Monsieur se ha pasado la mañana tocando el piano.
- Y jugando con Patríck - añadió David, piadosamente.
Yvette comentó que a esa edad eran agotadores.
- ¡Agotadores! - convino David.
Yvette salió de la habitación y David se sirvió otra copa de Romanée - Conti que había sacado de la bodega para cenar pero luego había decidido beberse a solas. Siempre quedaban más botellas, y aquella maridaba muy bien con el cordero. "Solo lo mejor; si no, nada": era el código que regía su vida, siempre y cuando el "nada" no tuviera lugar. No cabía duda, era un sensualista, y no por este último episodio, no había hecho nada que implicara un riesgo médico, solo se había frotado un poco entre las nalgas, nada que no fuera a ocurrirle al chico en la escuela a su debido tiempo. Si había cometido algún delito, era aplicarse demasiado en la educación de su hijo. Era consciente de que ya tenía sesenta años, le quedaba mucho que enseñarle y muy poco tiempo".

Edward St Aubyn, El padre (La novelas de Patrick Melrose). Traducción de Crus Rodríguez Juiz. Random House Mondadori, Barcelona, 2013.  

24 de julio de 2014

Preferencia por el no-hacer


"Es evidente que para un occidental todo esto puede sonar muy cómodo y hasta irreal. Pero nada más lejos de la realidad: permanecer donde a uno le corresponde no es tarea fácil; ir solo a donde realmente se nos llama es más complicado de lo que parece a primera vista. Si somos sinceros, reconoceremos que pocas personas son las que nos han ayudado de verdad, si bien son muchas las que lo han intentado (o dicen haberlo intentado). En el zen no se intenta nada: se hace o no se hace, pero no se intenta. Y hay en el zen - como en el taoísmo en general - una singular preferencia por el no-hacer, convencido como está de que buena parte de las cosas en este mundo funcionaría mejor sin la intervención humana, que tiende a violentar su ritmo natural o a crear efectos secundarios de incalculables proporciones.

Lo gracioso - por no decir patético - es que el hombre está montado en la vida y pretende salir ileso de ella. Tal pretensión de chapotear en el barro sin embarrarse es, ciertamente, ilusoria. Y es que cuanto más intentamos evitar los embates de la vida, tanto más se empeña esta en que nos percatemos de lo que es o puede llegar a ser".


22 de julio de 2014

Declaración de principios


"Lo inventado no tiene ningún valor, lo documentado no tiene ningún valor. Lo único que para mí seguía teniendo valor y todavía tenía sentido eran los diarios y los ensayos, la parte de la literatura que no es narración, que no trata de nada, sino que sólo consta de una voz, la voz de la propia personalidad, una vida un rostro, una mirada con la que uno podía encontrarse. ¿Qué es una obra de arte sino la mirada de otro ser humano? No por encima de nosotros, ni tampoco por debajo de nosotros, sino justo a la altura de nuestra propia mirada. El arte no se puede vivir colectivamente, el arte es eso con lo que uno se encuentra a solas. Uno se encuentra a solas con esa mirada".

Karl Ove Knausgard , Un hombre enamorado. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Editorial Anagrama, 2014.