8 de marzo de 2005

Víctor Erice y Antonio López reciben el Premio Titanio

Víctor Erice: «No tengo ninguna vocación de ser un cineasta de élite, ni un solitario»·
Entrega de los Premios Titanio
El cineasta vizcaino y el pintor Antonio López, que rodaron juntos la mítica película «El sol del membrillo», recibieron ayer el premio del Colegio de Arquitectos de BizkaiaEl pintor Antonio López y el cineasta Víctor Erice recibieron ayer en Bilbo el Premio Titanio 2005, otorgado por el Colegio de Arquitectos de Bizkaia, por su trayectoria. Ambos artistas comparecieron horas antes ante los medios de comunicación en un encuentro en el que todas las miradas estuvieron puestas sobre Erice, un realizador que no se prodiga ante la prensa. Aunque empezó tímidamente, el director de «El sur» acabó hablando largamente sobre el cine, sobre lo que ha significado en su vida y sobre lo que piensa de la industria actual. «El cine, tal y como lo entendimos en el siglo XX, está en trance de desaparición», afirmó.
BILBO
Había expectación por escuchar a Víctor Erice (Karrantza, 1940), quien compartió rueda de prensa con Antonio López y el presidente de la Delegación en Bizkaia del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro, Patxi Enziondo. Erice agradeció el premio de los arquitectos vizcainos porque «es el primero que me dan en la tierra en la que nací» y porque encuentra similitudes entre la arquitectura y el trabajo de realización de una película. «En ambos desfila todo el espectro de la sociedad», dijo.
Erice, quien aseguró que mantiene lazos con Karrantza, aseguró que le gustaría hacer una película en su tierra, pero no quiso desvelar nada concreto sobre sus próximos proyectos. En toda su carrera, tan sólo ha rodado tres largometrajes ­“El espíritu de la colmena” (1973), “El sur” (1983) y “El sol del membrillo” (1992), las tres consideradas obras maestras. A punto estuvo hace pocos años de rodar “El embrujo de Shangai”, pero las desavenencias con el productor Andrés Vicente Gómez lo impidieron.
Erice se mostró muy esquivo a la hora de hablar de sus proyectos, aunque confesó que tiene algo entre manos. Dijo, además, que lo último que ha rodado ­un capítulo de “Ten minutes older”, película colectiva de varios cineastas internacionales­ aún no se ha estrenado en el Estado español, ni probablemente lo hará. «Hay un retroceso en la distribución y en la exhibición, con criterios que atienden a lo inmediatamente comercial. Hay trabajos de interés a los que sólo podemos acceder en dvd o, como en los viejos tiempos, viajando a París», denunció.
Lo poco que adelantó fue que prepara una instalación multidisciplinar para el Centro Contemporáneo de Barcelona y el Centro Pompidou de París. Pero hacer cine no le resulta fácil, pues la industria cinematográfica actual considera las películas «un mero protocolo para mover dinero».
El mismo ha tenido ofertas para rodar que ha rechazado porque «lo primero que me decía el productor era la cifra de dinero que iban a mover. A mí eso me inquieta extraordinariamente. Es un mal punto de partida. Para mí el cine siempre ha sido un medio de conocimiento y una manera de comunicar con los demás. Aveces es muy doloroso tener que decir no, pero para un cineasta la conciencia de sus propios límites es importantísima».
Embrutecimiento general
Confiesa haberse resignado a trabajar «para una pequeña cuota de cómplices que piensan que la vida transcurre con arreglo a otros ritmos». Porque a él le preocupa mucho «hacer espectáculo de historias comunes», lo que considera la tendencia actual.
El fallo, asegura, está en la educación que se imparte en la escuela pública. «Los modelos culturales están en crisis porque el arte se ha expulsado del aula. Yo no sé si el arte se puede enseñar o no, pero sí creo que es un elemento fundamental de la educación». Asu juicio, «hay un embrutecimiento generalizado del gusto», consecuencia de la falta de educación. «Si el arte no está presente desde Primaria, se producirá una extraordinaria fractura entre la sociedad y el artista».
Fractura que, de hecho, él la siente ya en carne propia y se suma al «sentimiento de soledad» que experimentan algunos cineastas. «Yo no tengo ninguna vocación de ser cineasta de élites, ni un cineasta solitario. Siempre he pretendido hacer mi trabajo dirigido a todas las personas, sin distinción de clase ni edad». Pero el problema, añadió, es que «los canales de comunicación están tomados. Entregar a la televisión exclusivamente la educación del ciudadano en el plano de la sensibilización artística es un disparate histórico que vamos a pagar todos».
Del cine al audiovisual
Erice no ahorró críticas al cine que se hace en la actualidad. «Siempre se ha dicho que el cine era una mezcla de arte e industria; hoy día, sólo es una industria de hacer dinero que, de vez en cuando, genera alguna forma de arte. Los que dirigen esa industria no son cineastas, sólo saben de números y balances. De ahí la extraordinaria decadencia del cine actual». Por eso, señaló, el mejor cine es el que se está haciendo «en los pequeños talleres de una minoría, el que hacen algunos cineastas por sus propios me- dios». Y en el Estado español, el cine no es «una verdadera industria, es un fantasma industrial que sobrevive por la tutela de la Administración y de la televisión».
Para el director vizcaino, «cuando hoy se habla de cine, en realidad se está hablando del audiovisual, que engloba también al lenguaje publicitario y al de la televisión. El cine tal y como lo hemos entendido en el siglo XX está en trance de desaparición. Ha alumbrado un arte popular, el más extraordinario del siglo, pero esa experiencia se ha agotado socialmente». Porque el cine ha dejado de ser un arte popular para convertirse en «un entretenimiento de masas; en un elemento para amueblar los espacios de la televisión». Y, sin embargo, entiende que hay una gran diferencia entre ambos lenguajes. «La televisión no es propiamente un lenguaje artístico, es un medio de difusión que desde sus orígenes ha tenido que ver muy directamente con el poder». La esperanza, para Erice, está en los avances tecnológicos. «Posibilitan un grado de independencia y libertad que eran impensables hace unos años. Con las técnicas digitales e Internet los jóvenes pueden presentar sus trabajos prescindiendo de las viejas estructuras de la industria. Ahí hay un horizonte de liberación posible».
Personalmente, por su edad y experiencia, Víctor Erice se siente muy ligado a ese «cinematógrafo de los orígenes». Para él, el cine lo ha sido todo. En su día, le permitió «abrirse al mundo», le dio «experiencias muy emocionantes» y, además, marcó su infancia. «En un país carente de libertad, el cine me ofreció la posibilidad de ver el mundo en una pantalla. Fue una experiencia de liberación. Me lo enseñó todo en una dimensión muy íntima y personal, sin pedirme nada a cambio». Y le dio la «sociabilidad». «Nos reuníamos en una sala oscura para compartir una experiencia. Allí conocí a mis mejores amigos. Esa experiencia ya no la vive el niño de hoy, que contempla las películas por primera vez en un ámbito privado. Eso supone una pérdida extraordinaria».
Un premio de arquitectura para artistasEl premio Titanio de los arquitectos vizcainos se otorga a personas ajenas al mundo de la arquitectura. El primero se concedió en 2001 a Alex de la Iglesia y después lo han recibido el programa de ETB “La mirada mágica”, el cineasta José Luis Guerín y el fotógrafo Alberto Schommer. El premio de este año ha recaído en las dos personas que hicieron posible el film “El sol del membrillo”. Son, según el jurado, «dos artistas que reinventaron la mirada, el tiempo y el color». -
«El sol del membrillo», una experiencia dolorosaK.A.
BILBO
Hace quince años Víctor Erice se atrevió a rodar el proceso de creación de una obra de arte: Antonio López pintando un árbol del membrillo e intentando captar la luz. Hoy ambos lo recuerdan como una experiencia crucial. «Las propias vicisitudes del rodaje, que fueron muy dramáticas y conflictivas, ya son un índice de que era una empresa contracorriente ­recuerda Erice­. Es la única película que se afrontó sin ninguna subvención, sufragada íntegramente por los artistas que participaron. Eso marca la excepcionalidad de ese proyecto y sólo por eso se pudo hacer. Sólo cuando se corren riesgos se puede llegar a algo distinto, pero ¿quién corre hoy riesgos?». Para él fue «una experiencia radical que me hizo cambiar como cineasta». Antonio López también lo vivió como algo «dramático y accidentado». «Estábamos todos muy asustados, era un viaje por un lugar que desconocíamos. Pero creo que salió una obra muy válida y el tiempo dirá si sirvió para algo».
Antonio López se mostró muy contento de compartir este premio con Erice. En su obra, la relación con la arquitectura es evidente. «El entorno en el que vivo es mi tema más recurrente ­aseguró ayer este prestigioso pintor hiperrealista­. Madrid no me gusta nada, pero no me canso de pintarla. No es una ciudad hermosa, pero simboliza el alma del hombre, porque allí vive y sueña». López prepara para dentro de dos años una gran retrospectiva que se expondrá en Helsinki y que «probablemente» se presente después en Bilbo.
«No hay un cine vasco»
K.A.
BILBO
En el encuentro con la prensa salió también el tema de si existe o no un arte vasco. Para Erice, sí lo hay en las artes plásticas ­y puso el ejemplo de Oteiza y Chillida­, pero desde luego no en el cine. «Puedes tener una lengua común, rodar en euskara, y puedes tratar unos temas comunes. Pero no hay un estilo propio, una mirada; y en el arte, la forma lo es todo. Aquí se siguen todos los modelos del cine norteamericano». Esto es algo extensible al resto del mundo. «La diversidad cultural ha dejado de existir. No veo ninguna diferencia entre los modelos narrativos de ETB y de una cadena madrileña».
Fuente: Gara

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