3 de enero de 2008

Sobre la habitual costumbre de ignorar a la música (clásica) contemporánea

El sábado pasado, el remozado suplemento cultural del diario El País, Babelia, dedicaba unas páginas a resumir lo mejor del año, lo que incluía una lista de las mejores obras publicadas durante 2007. Ignoro el motivo, pero las listas se circunscribían a libros, discos no-clásicos (por llamarlos de alguna manera) y discos clásicos.
Con la lista de libros es bastante difícil no estar de acuerdo: el título que encabeza la selección de "los más de 30 críticos" - transcribo del original - que han participado para confeccionarlo es el mismo que elegiría yo: Vida y destino, de Vassili Grossman, al fin publicada en su totalidad. Otros libros que también me han convencido este año y que figuran en la relación son: El canto de las sirenas, de Eugenio Trías; La carretera, de Cormac McCarthy, o Exploradores del abismo, de Enrique Vila Matas - a la cual ya nos hemos referido en este diario: I, II -, junto a otras obras que aún no conozco pero que parecen haber conseguido un cierto consenso favorable dentro del periodismo cultural: la última de Javier Marías, el novelón de Jonathan Littell, una concesión a la poesía mediante Eros es Más, de Juan Antonio González Iglesias, y cerrando el listado se incluye la aportación crítica de Belén Gopegui, el ensayo científico de Wagensberg, y el enorme tomo dedicado al mundo clásico escrito por Robin Lane Fox.
En riguroso orden de aparición, la siguiente lista corresponde a la de los discos de música no clásica. Aquí la cosa ya invita abiertamente a fruncir el ceño. Se trata de una lista cautelosa, rechazando apuestas personales o arriesgadas: ¡si hasta el Wall Street Journal incluye a John Zorn o The Nels Cline Singers en su "the best of 2007" dedicado a la música! Utilizo la expresión de discos no-clásicos con toda la intención: apostaría contra cualquier improbable lector de este rincón que de ninguna obra de la decena relacionada en la clasificación elaborada por los críticos de Babelia - textualmente: ahora no son treinta - nos acordaremos cuando tengamos que hacer un repaso de lo mejor de la década: ni yo, ni los críticos de Babelia. Ni siquera del de Ornette Coleman. El primero es el de Robert Plant y Alison Kraus, que es agradable pero correcto sin más, le siguen el de Wilco - tampoco es el mejor de su carrera -, el de Rufus Wainwright - que escucho con agrado, pero sin parecerme tampoco excepcional -y luego, el de Robert Wyatt - tal vez el mejor de los cuatro, pero que me ha parecido una obra menor del maestro. Después siguen dos ejemplos de las llamadas músicas del mundo: el disco de la Orchestra Baobab y el de Andy Palacio y The Garifuna. A continuación aparece la representación nacional mediante el disco de Deluxe - ¿no se ha grabado ningún otro mejor disco en nuestro país? ¿seguro? - que precede al de Coleman y cerrando la lista y para demostrar que en el fondo los críticos de Babelia son muy atrevidos - pero dentro de un orden -, pues White Stripes y Davendra Banhart.
El artículo anterior - en realidad una recopilación de breves reseñas de los discos mencionados - se titulaba "Fuera de sus casillas". Así, empecé a sentirme yo cuando llegué a la lista de "clásicos para ver y escuchar" - así fue como clasificaron su selección - y leo los discos: una grabación de Mahler, una de Albéniz, el disco de Cecilia Bartoli - que está bien, pero no sé... - el de Flórez - ídem que el de la Bartoli -, una recuperación muy de agradecer de Toldrá, la integral de sonatas de Beethoven de Barenboim,... y el primer músico actual es Hans Werner Henze, eso sí con una grabación de una ópera compuesta a principios de los años 50, Boulevard Solitude, en la estimable versión del pasado año que se representó en el Liceu de Barcelona. Otras dos óperas también se incluyen en el listado, una firmada por Rossini y otra por Monteverdi - suponemos que por aquello del cuarto centenario de L'Orfeo -, además del sentido homenaje a la singular Jacqueline Du Pré. Todos son grandes discos - o documentos videográficos -, pero para Babelia - y todos los suplementos culturales - la música clásica contemporánea no se tiene en cuenta a la hora de hacer estos resúmenes, como tampoco le dedican una digna atención.
Aplicando los criterios de la elaboración de la lista de discos de música clásica de Babelia a las otras listas Javier Marías tendría que competir con alguna reedición de Cervantes o de García Márquez, o White Stripes con las reediciones de Joy Division que han aparecido este año, ¿no creen? El arte actual es el que se realiza hoy.
Nota 1: Somos conscientes que Vida y destino no es una obra actual, pero conociendo las vicisitudes de una obra realizada en pleno período estalinista, creemos que en este caso podemos efectuar una excepción al aserto que hemos realizado en el anterior párrafo.
Nota 2: Dada la cantidad de obras relacionadas, hemos optado por reducir los enlaces al mínimo imprescindible.
Nota 3: No todo nos pareció tan mal; en ese mismo número de Babelia se incluía un - muy breve - retrato dedicado a Pere Portabella, muy acertadamente titulado "Una mente siempre activa".

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