Escribe Enrique Vila-Matas en su recomendable última obra, Exploradores del abismo:
En la calle Gay-Lussac, se cruza Ribeyro con el colombiano que viajó en su camarote cuando regresó al Perú a bordo del Marco Polo. Entonces fueron muy amigos, vivían encerrados en un pequeño espacio, leían, fumaban y bebían juntos. Ahora, seis años más tarde, se cruzan como dos desconocidos, "sin ánimo de sobrepasarnos para estrecharnos la mano".
No es solamente la fragilidad de la amistad lo que sorprende a Ribeyro, sino la coincidencia de haberse cruzado en París, de haber estado a otra vez los dos, aunque sea por unos segundos, ocupando un espacio reducido. Lo que sorprende a Ribeyro es el infinito encadenamiento de circustancias favorables para que ese encuentro se produzca. "Desde que nos despedimos en Cartagena de Indias en 1958 hasta hace un momento en la calle Gay-Lussac, todos los actos de su vida y los míos han tenido que estar dirigidos, regulados con una precisión inhumana, para coincidir, él y yo, en la misma acera."
Yo leía estas líneas en el avión, de regreso de un breve viaje a París, precisamente. Después del aterrizaje, en ese momento de ingenuo caos que supone la descarga del equipaje de mano de los compartimentos superiores, noté que alguien me tocaba en el codo, dispuesto a girarme para disculparme por haber golpeado involuntariamente a algún otro viajero, me encuentro con Marta, una amiga a la que no veía desde, posiblemente, esos seis años que separaron uno y otro encuentro del escritor Ribeyro y su ¿amigo? colombiano. Nuestra charla fue breve pero cordial, nos pusimos al día de nuestras vicisitudes y de las de las amistades compartidas, pero no nos despedimos, interrumpí bruscamente la conversación para salir del avión, tampoco la ví en la jardinera que nos trasladó hasta la terminal del aeropuerto y la ví desaparecer cuando marchaba unos metros delante de mí, entre una multitud de viajeros cansados y deseosos de llegar a su hogar (o a su hotel). No pude menos que pensar que desde nuestro e impreciso penúltimo encuentro a este otro reciente, todos los actos de su vida y los míos han tenido que estar dirigidos, regulados con una precisión inhumana, para coincidir, ella y yo, en el mismo avión."
PS: Una original reseña - para no abandonar el tema de las coincidencias - de Exploradores del abismo, aquí: 1a parte, 2a parte.
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