Radar, el muy interesante suplemento cultural del diario argentino Página 12 publica este artículo de Sholto Byrnes:
Desde que Bill Clinton utilizó la canción “Don’t Stop” de Fleetwood Mac, hasta la improbable elección, por parte de Bob Dole, de “Rock’n’Roll Part Two”, de Gary Glitter, la música pop y rock se ha convertido en un elemento clave para estimular a los votantes en cada campaña presidencial norteamericana. Pero sólo un candidato en toda la historia creó su propia melodía, con letra compuesta por el gran vocalista del bebop Jon Hendricks: “Tu política debería ser una cosa más groovy, así que conseguite un buen presidente que esté dispuesto a ponerle swing. ¡Vota por Dizzy! ¡Vota por Dizzy!”. Es el mismo candidato que quería cambiar el nombre de la White House por el de Blues House, instalar a Duke Ellington como secretario de Estado y revocar la ciudadanía del gobernador sureño racista George Wallace y deportarlo a Vietnam.
Hace cuarenta y un años, Barry Goldwater no fue el único al que Lyndon Johnson venció en la carrera por la presidencia. También enfrentó a otro contendiente, un hombre cuyas mejillas soplaban una revolución musical a través de su trompeta alzada a 45 grados: John Birks “Dizzy” Gillespie.
Quizá porque no creyeron que valía la pena estudiar su programa, los historiadores políticos han pasado alevosamente por alto la postulación de Dizzy para la presidencia. Pero Gillespie se tomó la campaña lo suficientemente en serio como para presentar una plataforma y nominar un gabinete. La John Birks Society estuvo en actividad en 25 estados y peticionó para ubicar el nombre de Dizzy en las listas electorales de California. Pero al llegar a la recta final, Gillespie se retiró. Tal y como lo contó en su autobiografía, To Be, Or Not... To Bop: “Nunca pensé que llegaría la época en que yo votaría por Lyndon B. Pero prefiero arder en el infierno antes que votar por Barry G.”. Por el camino, de todos modos, logró captar alguna atención extra sobre el tema racial y proveyó a los votantes más desafectos con una alternativa marcadamente diferente del duopolio mainstream repartido entre demócratas y republicanos. Y, por supuesto, la pasó muy bien.
La idea de la campaña fue soñada por Jean Gleason, la esposa del crítico de jazz Ralph Gleason, y Ramona Crowell, fan histórica de Dizzy, a quien conoció cuando buscaba su permiso para utilizar su imagen en una remera. “Fue en el Black Hawk en San Francisco”, rememora Crowell. “Trató de levantarme porque no sabía que estaba casada.” Gillespie le pidió que se encontrara con él en su hotel al día siguiente para discutir lo de la remera. “Dije que lo haría –dice Crowell–, pero Ralph Gleason me advirtió acerca de subir a su habitación, porque Dizzy era un mujeriego notable.” Eventualmente, cuando se aseguró de que habría otras personas presentes, Crowell fue a la habitación, donde encontró a un grupo de gente bebiendo vino “de vasos de medio litro”, y después de pasarse una tarde comiendo y bebiendo, Gillespie le dio su permiso.
En el verano de 1963 los Gleason comenzaron la campaña con una reunión en Chicago, y pronto se podían ver los pins y escudos de “Dizzy Presidente” en las reuniones del Core (el Congreso de Igualdad Racial) por todo el país. Ese mismo septiembre, la operación cobró ímpetu en el Monterrey Jazz Festival, donde Hendricks escribió la letra de la canción de campaña -sobre la melodía de un viejo tema de Gillespie, “Salt Peanuts”– y ejecutada con el quinteto de Dizzy. También fue la primera vez que Dizzy se vio con el marido de Ramona Crowell, Kenney. “Me abrazó y me besó -dice Ramona Crowell–, y luego volteó hacia Kenney y dijo: ¿Cómo estás?; y Kenney dijo: Estoy bien, pero no me gusta que beses a mi esposa. Entonces Dizzy dijo: Oh, ¿estás celoso? y caminó hasta Kenney y le agarró ambas mejillas y le dio un gran beso en la boca.”
Ramona Crowell era a esta altura la colega y candidata a vicepresidenta de Dizzy. Miles Davis fue apuntado como director de la CIA, Louis Armstrong como ministro de Agricultura, Thelonious Monk sería el embajador plenipotenciario, y entre los restantes miembros del gabinete estarían incluidos Ella Fitzgerald, Peggy Lee, Woody Herman y Count Basie. De acuerdo con Dizzy, el percusionista Max Roach quería ser ministro deGuerra, pero fue rechazado porque, decía el candidato, “no vamos a tener ninguna”. La Biblioteca del Congreso quedaría a cargo de Ray Charles, y Charles Mingus sería ministro de Paz, “porque él te podía arrancar algo de la cabeza más rápido que nadie que conozca”.
La campaña de Dizzy prometía que, si lo elegían, lucharía por los derechos civiles y la igualdad de oportunidades en el mercado laboral. Para asegurar que los empleados realmente no discriminaran por razas, Dizzy proponía que aquellos que se postularan para un trabajo “deberían usar una sábana sobre la caras, de manera tal que los jefes no supieran cómo eran hasta haberlos contratado”. Luego prometió acabar con la guerra de Vietnam y darle reconocimiento diplomático total a China (algo que los Estados Unidos no harían hasta 1979). Además, los sistemas de salud y educación serían gratuitos.
En reconocimiento a su grupo de votantes más leal, Dizzy dijo que abogaría por la creación de clubes nocturnos de servicio civil donde los músicos de jazz tuvieran trabajo garantizado como empleados del gobierno. La Nasa recibiría la orden de enviar a un astronauta negro a la Luna, pero cuando la campaña de Gillespie no pudo encontrar un candidato calificado, Dizzy se ofreció a ir él mismo.
Dizzy le dedicó tiempo a la campaña hasta comienzos de 1964, pero tras fracasar en su intento de sumarse al sufragio en California (él aseguraba que “casi” había logrado subirse), según lo cuenta Ramona Crowell, “se desinfló”. Gillespie siempre insistió con que no había sido tan sólo un ardid publicitario. “Cualquiera podría haber sido un mejor presidente que aquellos que teníamos en esos tiempos –escribió–, con sus mentiras y vacilaciones acerca de los derechos civiles y humanos de los negros y llevando adelante guerras secretas contra gente de todo el mundo. No creía que hubiera otra alternativa más que postularme. Tenía una razón verdadera, las utilidades de la venta de los pins fue para Core y SCLC (la conferencia del Liderazgo Cristiano, cuyo presidente era el doctor Martin Luther King, Jr., y además podía amenazar a los demócratas con que sufrirían una pérdida de votos y así llevarlos hacia una postura más razonable en relación a los derechos civiles.”
“Echó luz sobre todo el asunto”, dice Hendricks. “Como, ¿qué tal si un negro se postulara para presidente? Nunca antes había ocurrido. Al mismo tiempo, los negros les decían a los demócratas: ‘No tenemos que votar por ustedes’. Pensábamos que serviría para darles a ambos partidos políticos, a todos esos presuntuosos y charlatanes, una patada en el culo.”
Ramona Crowell cree que el proceso político en Norteamérica ha ido “cuesta abajo” desde 1964. Al igual que muchos involucrados en la campaña de “Dizzy Presidente”, no es una fanática del actual residente de la Casa Blanca. “Todos –advierte– debemos poner a funcionar nuestra libido.”
Hace cuarenta y un años, Barry Goldwater no fue el único al que Lyndon Johnson venció en la carrera por la presidencia. También enfrentó a otro contendiente, un hombre cuyas mejillas soplaban una revolución musical a través de su trompeta alzada a 45 grados: John Birks “Dizzy” Gillespie.
Quizá porque no creyeron que valía la pena estudiar su programa, los historiadores políticos han pasado alevosamente por alto la postulación de Dizzy para la presidencia. Pero Gillespie se tomó la campaña lo suficientemente en serio como para presentar una plataforma y nominar un gabinete. La John Birks Society estuvo en actividad en 25 estados y peticionó para ubicar el nombre de Dizzy en las listas electorales de California. Pero al llegar a la recta final, Gillespie se retiró. Tal y como lo contó en su autobiografía, To Be, Or Not... To Bop: “Nunca pensé que llegaría la época en que yo votaría por Lyndon B. Pero prefiero arder en el infierno antes que votar por Barry G.”. Por el camino, de todos modos, logró captar alguna atención extra sobre el tema racial y proveyó a los votantes más desafectos con una alternativa marcadamente diferente del duopolio mainstream repartido entre demócratas y republicanos. Y, por supuesto, la pasó muy bien.
La idea de la campaña fue soñada por Jean Gleason, la esposa del crítico de jazz Ralph Gleason, y Ramona Crowell, fan histórica de Dizzy, a quien conoció cuando buscaba su permiso para utilizar su imagen en una remera. “Fue en el Black Hawk en San Francisco”, rememora Crowell. “Trató de levantarme porque no sabía que estaba casada.” Gillespie le pidió que se encontrara con él en su hotel al día siguiente para discutir lo de la remera. “Dije que lo haría –dice Crowell–, pero Ralph Gleason me advirtió acerca de subir a su habitación, porque Dizzy era un mujeriego notable.” Eventualmente, cuando se aseguró de que habría otras personas presentes, Crowell fue a la habitación, donde encontró a un grupo de gente bebiendo vino “de vasos de medio litro”, y después de pasarse una tarde comiendo y bebiendo, Gillespie le dio su permiso.
En el verano de 1963 los Gleason comenzaron la campaña con una reunión en Chicago, y pronto se podían ver los pins y escudos de “Dizzy Presidente” en las reuniones del Core (el Congreso de Igualdad Racial) por todo el país. Ese mismo septiembre, la operación cobró ímpetu en el Monterrey Jazz Festival, donde Hendricks escribió la letra de la canción de campaña -sobre la melodía de un viejo tema de Gillespie, “Salt Peanuts”– y ejecutada con el quinteto de Dizzy. También fue la primera vez que Dizzy se vio con el marido de Ramona Crowell, Kenney. “Me abrazó y me besó -dice Ramona Crowell–, y luego volteó hacia Kenney y dijo: ¿Cómo estás?; y Kenney dijo: Estoy bien, pero no me gusta que beses a mi esposa. Entonces Dizzy dijo: Oh, ¿estás celoso? y caminó hasta Kenney y le agarró ambas mejillas y le dio un gran beso en la boca.”
Ramona Crowell era a esta altura la colega y candidata a vicepresidenta de Dizzy. Miles Davis fue apuntado como director de la CIA, Louis Armstrong como ministro de Agricultura, Thelonious Monk sería el embajador plenipotenciario, y entre los restantes miembros del gabinete estarían incluidos Ella Fitzgerald, Peggy Lee, Woody Herman y Count Basie. De acuerdo con Dizzy, el percusionista Max Roach quería ser ministro deGuerra, pero fue rechazado porque, decía el candidato, “no vamos a tener ninguna”. La Biblioteca del Congreso quedaría a cargo de Ray Charles, y Charles Mingus sería ministro de Paz, “porque él te podía arrancar algo de la cabeza más rápido que nadie que conozca”.
La campaña de Dizzy prometía que, si lo elegían, lucharía por los derechos civiles y la igualdad de oportunidades en el mercado laboral. Para asegurar que los empleados realmente no discriminaran por razas, Dizzy proponía que aquellos que se postularan para un trabajo “deberían usar una sábana sobre la caras, de manera tal que los jefes no supieran cómo eran hasta haberlos contratado”. Luego prometió acabar con la guerra de Vietnam y darle reconocimiento diplomático total a China (algo que los Estados Unidos no harían hasta 1979). Además, los sistemas de salud y educación serían gratuitos.
En reconocimiento a su grupo de votantes más leal, Dizzy dijo que abogaría por la creación de clubes nocturnos de servicio civil donde los músicos de jazz tuvieran trabajo garantizado como empleados del gobierno. La Nasa recibiría la orden de enviar a un astronauta negro a la Luna, pero cuando la campaña de Gillespie no pudo encontrar un candidato calificado, Dizzy se ofreció a ir él mismo.
Dizzy le dedicó tiempo a la campaña hasta comienzos de 1964, pero tras fracasar en su intento de sumarse al sufragio en California (él aseguraba que “casi” había logrado subirse), según lo cuenta Ramona Crowell, “se desinfló”. Gillespie siempre insistió con que no había sido tan sólo un ardid publicitario. “Cualquiera podría haber sido un mejor presidente que aquellos que teníamos en esos tiempos –escribió–, con sus mentiras y vacilaciones acerca de los derechos civiles y humanos de los negros y llevando adelante guerras secretas contra gente de todo el mundo. No creía que hubiera otra alternativa más que postularme. Tenía una razón verdadera, las utilidades de la venta de los pins fue para Core y SCLC (la conferencia del Liderazgo Cristiano, cuyo presidente era el doctor Martin Luther King, Jr., y además podía amenazar a los demócratas con que sufrirían una pérdida de votos y así llevarlos hacia una postura más razonable en relación a los derechos civiles.”
“Echó luz sobre todo el asunto”, dice Hendricks. “Como, ¿qué tal si un negro se postulara para presidente? Nunca antes había ocurrido. Al mismo tiempo, los negros les decían a los demócratas: ‘No tenemos que votar por ustedes’. Pensábamos que serviría para darles a ambos partidos políticos, a todos esos presuntuosos y charlatanes, una patada en el culo.”
Ramona Crowell cree que el proceso político en Norteamérica ha ido “cuesta abajo” desde 1964. Al igual que muchos involucrados en la campaña de “Dizzy Presidente”, no es una fanática del actual residente de la Casa Blanca. “Todos –advierte– debemos poner a funcionar nuestra libido.”
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