El penúltimo Premio Goncourt se atribuyó a esta novela, escrita por un autor francés
que vive en Barcelona y habla, dicen, un árabe perfecto. En esta ocasión no se
trata de mil y una, sino sólo una larga e insomne noche en la que se evoca un
compendio de historias, pero también de anécdotas, de nombres – algunos
conocidos, otros no tanto - que ponen de relieve como las diferentes culturas de
Oriente y Occidente más incluso que influenciarse, han convivido con
naturalidad y no tienen por qué estar inevitablemente destinadas a enfrentarse.
Franz Ritter, musicólogo orientalista, quiere escapar de la muerte y del dolor
y para ello recurre al opio, a sus recuerdos y a sus querencias desde una Viena
que en algún momento llegó a considerarse como la Puerta de Oriente. Desde su apartamento recuerda otro piso, aquel
de París en el que el escritor iraní Sadeq Hedayat, autor de La lechuga ciega, se quita la vida, pero
también la noche pasada al raso entre las ruinas de Palmira – ese escenario ya
desaparecido, destrozado por la barbarie – en compañía de los otros principales
protagonista de la narración, también orientalistas: Faugier y, especialmente,
Sarah, de la quien Ritter está enamorado, quien busca hacerse un hueco en el
mundo académico en el que Ritter ya está instalado. En esta novela francesa
sobre la fascinación oriental, y particularmente árabe, resuenan los ecos del
austríaco Bernhard y del italiano y germanista Magris, quienes son citados en
más de una ocasión en un brillante texto que ha contado para su versión en
castellano con la traducción cómplice de Robert Juan-Cantavella.
Mathias Énard, Brújula. Traducción de Robert Juan-Cantavella. Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2016.
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