Con desafortunado título nos ha llegado el último filme dirigido por un todavía joven e interesante director belga, Joachim Lafosse, que es un ajustado - por duración, por verosimilitud - retrato de matrimonio no ya en proceso de descomposición, sino totalmente descompuesto, pero que ha de convivir en la casa que compró la esposa - con el dinero de su família - y que rehabilitó en su totalidad el marido; éste estima que, por tanto, le corresponde el 50 por ciento del valor de la vivienda, razón por la cual se niega a abandonar el domicilio conyugal, mientras que ella considera que su aportación a la economía de la pareja - L'economie du couple es precisamente el título original de la cinta - ha sido inferior. Resulta notable la manera en que Lafosse, apoyado en sus dos magníficos actores principales, Bérénice Bejo y Cedric Kahn, este último también director de cine, consigue convertir lo que se intuye un día fue un idílico nido de amor - casi único escenario en el que transcurre la acción - en poco menos que una prisión en la que una asfixiante tensión sobrevuela cualquier momento, sea éste un desayuno familiar compartido con sus dos hijas o una cena con los amigos - que antes fueron comunes -, y cuando esa tensión parece atenuarse es para que aparezca un momento invadido de una sensación de irreparable tristeza como en ese instante en que los cuatro miembros de la familia ponen una escena una coreografía colectiva creada por una de las hijas, que deviene en un baile a dos de una pareja que, sin amarse está sin embargo condenada a vivir bajo el mismo techo y cargada de rencor.
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