Esta película
francesa, galardonada con la Cámara de Oro del último Festival de Cannes a la
mejor ópera prima presentada dentro de sus secciones, se distribuye
internacionalmente – Francia aparte -, a través de Netflix. La falta de espacio
no da para reflexionar sobre el hecho de que sea un gigante norteamericano el
que distribuya globalmente un film de la Francia de la “excepción cultural”,
así como que haya sido financiado en parte por una institución de Qatar: ¿será
el cinematográfico el próximo negocio objetivo de las monarquías del Golfo
Pérsico, después de deportes como el balonmano o el fútbol? Centrándonos ya en Divinas, podemos decir que la carta de presentación de Benyamina es
un buen ejemplo de primer trabajo tan ambicioso como bientencionado en el que
se quieren tratar demasiados temas – la situación en la banlieue parisina, la falta de futuro de la juventud especialmente
de los hijos de los inmigrantes, el peso de la tradición y la religión
islámica, el despertar al amor, al sexo, en la adolescencia, la amistad
juvenil. … -, algo que resulta muy agradecido para obtener galardones como el
ya mencionado al inicio de esta reseña, pero que, en conjunto, acaban demasiado
difuminados en un resultado global de una peripecia ya tantas veces vistas en
películas de, por mencionar los primeros ejemplos que vienen a la memoria,
Martin Scorsese, Spike Lee o – referentes más cercanos – Bertrand Tavernier o
Mathieu Kassovitz: jóvenes sin esperanza – en este caso dos quinceañeras -, que
sueñan con dinero (fácil), playas tailandesas y Ferraris que deciden embarcarse
en el trapicheo de drogas a través de quien controla el negocio en su barrio –
otra mujer de origen africano – antes de acometer una acción espectacular
porque tal vez otro futuro pueda ser posible… y que desemboca en un final de
denuncia, que incluso podría haber sido más contundente si todo lo mostrado –
enunciado con anterioridad hubiese traspasado lo epidérmico.
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