Esta película
francesa, galardonada con la Cámara de Oro del último Festival de Cannes a la
mejor ópera prima presentada dentro de sus secciones, se distribuye
internacionalmente – Francia aparte -, a través de Netflix. La falta de espacio
no da para reflexionar sobre el hecho de que sea un gigante norteamericano el
que distribuya globalmente un film de la Francia de la “excepción cultural”,
así como que haya sido financiado en parte por una institución de Qatar: ¿será
el cinematográfico el próximo negocio objetivo de las monarquías del Golfo
Pérsico, después de deportes como el balonmano o el fútbol? Centrándonos ya en Divinas, podemos decir que la carta de presentación de Benyamina es
un buen ejemplo de primer trabajo tan ambicioso como bientencionado en el que
se quieren tratar demasiados temas – la situación en la banlieue parisina, la falta de futuro de la juventud especialmente
de los hijos de los inmigrantes, el peso de la tradición y la religión
islámica, el despertar al amor, al sexo, en la adolescencia, la amistad
juvenil. … -, algo que resulta muy agradecido para obtener galardones como el
ya mencionado al inicio de esta reseña, pero que, en conjunto, acaban demasiado
difuminados en un resultado global de una peripecia ya tantas veces vistas en
películas de, por mencionar los primeros ejemplos que vienen a la memoria,
Martin Scorsese, Spike Lee o – referentes más cercanos – Bertrand Tavernier o
Mathieu Kassovitz: jóvenes sin esperanza – en este caso dos quinceañeras -, que
sueñan con dinero (fácil), playas tailandesas y Ferraris que deciden embarcarse
en el trapicheo de drogas a través de quien controla el negocio en su barrio –
otra mujer de origen africano – antes de acometer una acción espectacular
porque tal vez otro futuro pueda ser posible… y que desemboca en un final de
denuncia, que incluso podría haber sido más contundente si todo lo mostrado –
enunciado con anterioridad hubiese traspasado lo epidérmico.
Llega un grito a través del cielo. Ya ha ocurrido otras veces, pero ahora no hay nada con que compararlo.
8 de febrero de 2017
7 de febrero de 2017
Mathias Enard, Brújula
El penúltimo Premio Goncourt se atribuyó a esta novela, escrita por un autor francés
que vive en Barcelona y habla, dicen, un árabe perfecto. En esta ocasión no se
trata de mil y una, sino sólo una larga e insomne noche en la que se evoca un
compendio de historias, pero también de anécdotas, de nombres – algunos
conocidos, otros no tanto - que ponen de relieve como las diferentes culturas de
Oriente y Occidente más incluso que influenciarse, han convivido con
naturalidad y no tienen por qué estar inevitablemente destinadas a enfrentarse.
Franz Ritter, musicólogo orientalista, quiere escapar de la muerte y del dolor
y para ello recurre al opio, a sus recuerdos y a sus querencias desde una Viena
que en algún momento llegó a considerarse como la Puerta de Oriente. Desde su apartamento recuerda otro piso, aquel
de París en el que el escritor iraní Sadeq Hedayat, autor de La lechuga ciega, se quita la vida, pero
también la noche pasada al raso entre las ruinas de Palmira – ese escenario ya
desaparecido, destrozado por la barbarie – en compañía de los otros principales
protagonista de la narración, también orientalistas: Faugier y, especialmente,
Sarah, de la quien Ritter está enamorado, quien busca hacerse un hueco en el
mundo académico en el que Ritter ya está instalado. En esta novela francesa
sobre la fascinación oriental, y particularmente árabe, resuenan los ecos del
austríaco Bernhard y del italiano y germanista Magris, quienes son citados en
más de una ocasión en un brillante texto que ha contado para su versión en
castellano con la traducción cómplice de Robert Juan-Cantavella.
Mathias Énard, Brújula. Traducción de Robert Juan-Cantavella. Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2016.
5 de febrero de 2017
La compassió, segons Onfray
"La compassió sovint impedeix pensar, mentre que pensar no impedeix la compassió. D'altra banda, es pot optar per una compassió continguda, privada, íntima i considerar indigne mostrar llàgrimes, crits, plors, sanglots, tot això en presència de les càmeres i dels fotògrafs. L'exhibició de compassió no és forçosament una prova de compassió, però és sempre una prova d'exhibició. Després de Rochefoucauld i els moralistes francesos, Nietzsche ens ha ensenyat a desconfiar de la compassió: sovint és una de les modalitats que adopta l'amor propi: Déu meu, que egoistes que són quan fan un espectacle del seu amor pels altres" Deixem aquí el narcisisme de la nostra època, que fa de l'exhibició del patetisme un valor superior a la facultat de pensar".
Cita extreta del llibre de Michel Onfray, Pensar l'Islam, Traducció de Josep Alemany, Edicions de 1984. Barcelona, 2016.
3 de febrero de 2017
Les témoins
Aunque en un principio estaba anunciada que se estrenaría con el título de Desenterrados, finalmente los responsables de la cadena Cuatro decidieron ventilarse – más que emitir, puesto que lo hicieron en un par de días – esta mini-serie francesa con un título todavía peor, Los desenterrados de Le Tréport, aunque cabe reconocer que pone de relieve uno de sus principales alicientes: el enclave geográfico de Le Tréport, en la Alta Normandía. Su clima inhóspito favorece que Les témoins – título original – parezca inspirarse más en la ficción criminal nórdica – con un enfrentamiento personal entre policía y criminal, muy en la línea de Jo Nesbo – que en el polar clásico francés. También cabe subrayar que ese género - o subgénero, como el improbable lector prefiera - televisivo, conocido como "nordic noir" se va expandido de manera rápida y abarca ya un generoso ámbito geográfica que va desde Estados Unidos a Europa Occidental, pasando por la producción televisiva del Reino Unido.
Entre los principales aspectos positivos que pueden destacarse de Les témoins está, como ya ha quedado dicho, una atractiva ambientación, un original punto de partida – fallecidos recientes son exhumados y colocados en pisos piloto evocando escenas familiares - y la actriz que incorpora a la encargada de la investigación, Marie Dompnier, toda una revelación. Por el lado negativo, cierta demora narrativa – podría haberse reducido incluso el número de episodios – y Thierry Lhermitte, el policía retirado que ha de volver al trabajo por un desequilibrado criminal que le interpela mediante sus acciones, demasiado frío y nada carismático, en especial en relación a su némesis. Aunque Lhermitte parece atenazado por algunos actos de su pasado, su rostro siempre parece sufrir los estragos de alguna cosa que ha bebido o comido y no le ha sentado nada bien.
Para el anecdotario, destacar la presencia, como jefa de policía, de Catherine Mouchet, la inolvidable Thérèse de Alain Cavalier…:
2 de febrero de 2017
La tentación de lo nuevo
"Quizás nosotros, los críticos, somos más sensibles a la tentación de lo nuevo que a la ley estricta de la equidad, que debería ser nuestra regla".
Extraído de Eric Rohmer, El gusto por la belleza, Editorial Paidós, Barcelona, 2000. La cita corresponde a la reseña que escribió Rohmer sobre The Big Sky (Río de sangre), de Howard Hawks (película a la que corresponde el fotograma que ilustra esta entrada).
1 de febrero de 2017
Después de nosotros, Joachim Lafosse
Con desafortunado título nos ha llegado el último filme dirigido por un todavía joven e interesante director belga, Joachim Lafosse, que es un ajustado - por duración, por verosimilitud - retrato de matrimonio no ya en proceso de descomposición, sino totalmente descompuesto, pero que ha de convivir en la casa que compró la esposa - con el dinero de su família - y que rehabilitó en su totalidad el marido; éste estima que, por tanto, le corresponde el 50 por ciento del valor de la vivienda, razón por la cual se niega a abandonar el domicilio conyugal, mientras que ella considera que su aportación a la economía de la pareja - L'economie du couple es precisamente el título original de la cinta - ha sido inferior. Resulta notable la manera en que Lafosse, apoyado en sus dos magníficos actores principales, Bérénice Bejo y Cedric Kahn, este último también director de cine, consigue convertir lo que se intuye un día fue un idílico nido de amor - casi único escenario en el que transcurre la acción - en poco menos que una prisión en la que una asfixiante tensión sobrevuela cualquier momento, sea éste un desayuno familiar compartido con sus dos hijas o una cena con los amigos - que antes fueron comunes -, y cuando esa tensión parece atenuarse es para que aparezca un momento invadido de una sensación de irreparable tristeza como en ese instante en que los cuatro miembros de la familia ponen una escena una coreografía colectiva creada por una de las hijas, que deviene en un baile a dos de una pareja que, sin amarse está sin embargo condenada a vivir bajo el mismo techo y cargada de rencor.
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