22 de octubre de 2015

"Eden", Mia Hansen-Love

Escrita al alimón con su hermano, Sven, la última película de Mia Hansen-Love viene a ser una obra autobiofráfica sobre un disc-jockey de música electrónica apasionado por el estilo garage house, a la cual en un momento dado define como “una mezcla de euforia y melancolía”.



Y el principal acierto del film es precisamente ése, que se construya mediante fragmentos en los que coexisten una y otra emoción, aunque la que predomine, como es acostumbrado cuando una vida es examinada en retrospectiva, sea la melancolía



Realizadora joven y aún en proceso de maduración – Eden es su cuarta película -,Hansen-Love sortea tanto los excesos a los que podría tender una narración puntuada sobre raves, drogas y personajes más o menos excesivos, como el examen moral tan habitual – incluso en modernas y prestigiosas piezas - cuando se tratan temas como el de la adicción a las drogas.

La pretensión de la directora era hacer una crónica generacional, sobre el french house, movimiento en el que sobresalieron los famosos Daft Punk – sobre los que hay una recurrente broma, además de constantes referencias -, cuya carrera transcurría en paralelo a la del DJ Paul, cuya vida desde que es poco más que un quinceañero hasta que su vida se acerca a la cuarentena es la que sirve a la autora para articular acertadamente esa crónica, una crónica y una vida escritas con letra minúscula.



(Nota: esta reseña se publica en el número del mes de octubre (n. 330) de la revista Ruta 66)

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