En el ya comentado - y recomendado - suplemento Culturas, artículo sobre el estado del cine europeo, a cargo de Ángel Quintana, y cuyo final no me resisto a transcribir:
Si nos preguntamos a dónde han ido a parar las edificantes lecciones y las rupturas que los grandes maestros del cine europeo desarrollaron durante años, nos encontraremos con una interesante paradoja. Mientras hasta la década de los setenta, el mundo del cine parecía dividirse entre el cine de autor europeo y cine comercial americano, relegando el resto de cinematografías a la condición de cines periféricos, actualmente no podemos entender el cine sin Asia. Parece como si la antorcha de la creatividad del cine de autor más exigente se haya desplazado hacia países como Corea, Taiwan, Tailandia, China o Japón. Los silencios de Antonioni han acabado refugiándose en el cine del taiwanés Tsai Ming Liang, el panteísmo de Jean Renoir en la obra del tailandés, Apichatpong Weerasethakul, los juegos con la memoria de Alain Resnais están en los paraísos perdidos del Hong Kong de Wong Kar–wai o en la Tailandia de Hou Hsiao Hsien mientras que el espíritu de François Truffaut y de Jean Eustache transita por la obra del coreano Hong Sang-soo.
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