«Ansorena y Senperena; estábamos condenados a entendernos», así presenta José Ignacio “Piter” Ansorena su colaboración con Joserra Senperena. Y es que más allá de cierta eufonía en sus respectivos apellidos, nada parecía predisponer especialmente a un trabajo conjunto entre ambos, más allá de encuentros casuales. Esos encuentros fueron creando la ocasión de crear una obra que uniera el txistu y el tamboril, el repertorio tradicional de Ansorena y el piano clásico, pop y algo más tímidamente jazz de Senperena. Para grabarlo, nada más adecuado que hacerlo registrando una actuación en directo en Chillida-Leku, en Hernani, una casa palacio del siglo XVI en la que halla cobijo el moderno arte del escultor Chillida, en un bello entorno en plena naturaleza, con una acústica notable. Incluso el bello diseño de portada, obra de José Luis Lanzagorta, combina modernidad con un estilo que recuerda al de las portadas clásicas de Blue Note.
¿Y el resultado? Por arriesgada que pueda parecer la propuesta, el resultado es excelente. Se empieza con un homenaje a las melodías antiguas, a la primitiva música de los pastores vascos – “Artzain Txirula” -, para continuar con una pieza dividida en cuatro partes en la que sigue el respeto a la tradición pero combinada ya con propiedades evocativas – “Belatzarane” -, que ya anticipan el tema posterior, plenamente contemporáneo, pues es el recitado por parte de su autor, Kirmen Uribe - estimable poeta que últimamente está alcanzando el don de la ubicuidad dada su frenética actividad -, de su poema “Bitartean Heldu Eskutik” al final de cuyas palabras Senperena empieza a dibujar notas plenamente jazzísticas y que constituye uno de los momentos álgidos del disco. A continuación siguen bellas melodías, con un protagonismo equilibrado entre los dos músicos, que evocan caricias, juegos, recuerdan a bertsolaris de vida azarosa, se emprende un viaje temporal hasta la edad media, se vuelve a envidiar el juego de los niños antes de, finalmente, repasar con “Manteli” la renovación folklórica que trajo consigo como a tantas otras cosas la Ilustración y lo que supuso para el tamboril y el tixstu, un instrumento que por aquel entonces ni se llamaba así, si apenas era nombrado. Se hacía necesaria una pieza como ésta, que por un lado es un homenaje, pero que, por otro, recibe un tratamiento complejo y elaborado, muy moderno así en un trabajo de estas características. Y por último, para finalizar el concierto, aunque todavía no el disco que, como no podía ser menos, dado el carácter juguetón de sus artífices esconde una bella sorpresa, se rinde un merecido homenaje al desaparecido – y añorado – montañero Felix Iñurrategi en la que colabora el bertsolari Andoni Egaña, amigo del alpinista, al que dedica unos bellos versos. Belleza a la que nada envidia el texto que le dedica Ansorena y que, junto con el resto de notas escritas por el músico, y que describen todo lo que aquí se escucha, de una manera ajustada y simpática, que acaban por acabar de redondear un disco sorprendente.
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