6 de febrero de 2015

Fin



"Lo que dirán no es cierto: que no lo vio venir, que no supo qué le había pasado. Sin embargo, sucede muy deprisa. Aparecen imágenes caducas en su pantalla mental; es hora de morir, no hay tiempo para más. Paradójicamente, en ese momento crucial en que su futuro hijo debería importar más que nada, el niño al que no conoce y al que no conocerá nunca significa menos para él que todos los demás. Su bondadosa madre, e incluso su aberrante padre. Cliff y Harry, sus mejores amigos. Natasha, a la que ve cuando era niña, de la mano de su padre; Natasha y Dean, ambos supervivientes. Más persuasiva aún, la imagen de Ilona esperando en el restaurante, cada vez más enfadada, sin nadie que la salve de su enfado. Y Jodi tal como la vio el día que él volvió del campo, tendida boca arriba y despatarrada al sol. Jodi, tan hermosa y singular. Si pudiera quedarse, lo haría por ella. Pero ya no puede elegir. El tiempo ha quedado suspendido, y sin embargo está a punto de acabarse. La muerte debería ser una seducción, no una violación. Si tuviera un minuto más podría hacer muchas cosas. Hasta a los condenados se les permite hacer una llamada de teléfono, enviar un mensaje. Qué vivo se siente, con qué intensidad brilla, como una mecha encendida, un petardo a punto de salir disparado. Qué no daría por un minuto más, un solo minuto normal y corriente, clavado con chinchetas, rudimentariamente, al final de su vida".

A.S.A. Harrison, La mujer de un solo hombre. Traducción de Gemma Rovira Ortega. Ediciones Salamandra, Barcelona, 2044.

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