24 de julio de 2014

Preferencia por el no-hacer


"Es evidente que para un occidental todo esto puede sonar muy cómodo y hasta irreal. Pero nada más lejos de la realidad: permanecer donde a uno le corresponde no es tarea fácil; ir solo a donde realmente se nos llama es más complicado de lo que parece a primera vista. Si somos sinceros, reconoceremos que pocas personas son las que nos han ayudado de verdad, si bien son muchas las que lo han intentado (o dicen haberlo intentado). En el zen no se intenta nada: se hace o no se hace, pero no se intenta. Y hay en el zen - como en el taoísmo en general - una singular preferencia por el no-hacer, convencido como está de que buena parte de las cosas en este mundo funcionaría mejor sin la intervención humana, que tiende a violentar su ritmo natural o a crear efectos secundarios de incalculables proporciones.

Lo gracioso - por no decir patético - es que el hombre está montado en la vida y pretende salir ileso de ella. Tal pretensión de chapotear en el barro sin embarrarse es, ciertamente, ilusoria. Y es que cuanto más intentamos evitar los embates de la vida, tanto más se empeña esta en que nos percatemos de lo que es o puede llegar a ser".


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