"Lo que yo quería era enamorarme de Tico, darnos besos y caricias, hablarnos con ternura y discutir, ser una bruta y él estar ahí, quieto, de esa manera que están quietos los que tienen miedo, de malas maneras; que él chupara la piedra y a lo mejor nos la pasáramos, como decía por ahí que se hacía con los chicles o los caramelos, que a mí me parecía una guarrada, pero Tico era limpio y nos podíamos pasar la piedra, más siendo una piedra del río, que es tan sano para todo.
Pensaba en aquello y a veces me gustaba y otras me horrorizaba, por eso algunas tardes me quedaba encerrada en mi casa fingiendo que me encontraba mal y lo hacía a propósito, para... no sé, para hacerle daño o algo así. Yo era una bruta y aunque después Tico siempre me perdonaba, al final me cansé de tanta bondad, porque la gente buena casi siempre cansa, qué pena, y las mujeres, qué pena, y la pena siempre acechando. Fue entonces cuando dejé a Tico, porque si hay algo que no soporto es la lástima".
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