31 de julio de 2007

Ataque de nostalgia y optimismo

Para tratar de corregir en lo posible el tono ciertamente deprimente de las últimas entradas, he decidido animarme a compartir con los improbables lectores de este cuaderno de bitácora una debilidad que he mantenido oculta durante bastante tiempo. El caso es que yo, como mucha otra gente que ahora se apresta a dominar el mundo - en algún caso literalmente -, crecí en los años ochenta, época en la que comencé a desarrollar afición por la música y otras manifestaciones culturales. Viendo el pasado anuncio de la Coca-Cola no sólo me da vergüenza, sino que creo que tendría que pedir perdón a ustedes, los improbables. Afortunadamente no creo parecerme remotamente a ninguno de los lechuguinos que protagonizaban el anuncio de marras.

De aquella época guardo feliz recuerdo de muchos grupos, discos, canciones, etc. Pero siempre se tiene debilidad por aquello que tal vez no tanta gente aprecia. En mi caso hay
una canción que, dejando de lado su significación personal, recordaré por siempre, aunque hasta hoy haya pasado más de una década sin escucharla. Hoy he vuelto a hacerlo - repetidas veces, lo estoy haciendo ahora mismo mientras escribo, y la recordaba de punta a cabo, la he vuelto a disfrutar y me he emocionado de nuevo (y no sólo por su poder evocativo en lo personal, insisto). Su título: "She Looks Right Through Me".

El grupo responsable de la pieza fueron
The Waltones, y hoy he descubierto algo que parece una presencia oficial en Internet. The Waltones fueron un más que decente combo que aparte de esta canción grabaron un notable álbum, "The Deepest", cuya edición en vinilo va acumulando polvo en las estanterías de casa.

Celebro que hace un año desde
Mira el péndulo les dedicaran una reseña, y que en la última entrada de 360º grados de separación se les haga referencia. Me hace sentir menos solo en mi gusto y me anima a compartir este secreto con ustedes, improbables míos.

A disfrutar
la canción, pues. El vídeo ya verán que no es una maravilla, seguro que se lo hizo un pariente - ese cuñado habilidoso que no suele faltar en ningúna familia -, pero la canción se disfruta y tampoco es obligatorio que la escuchen una y otra vez como quien suscribe. Desatado ya de la vergüenza me permito alguna licencia más: dedicar esta entrada a M. P., la persona que me pasó este single. Yo cometí el error de devolvérselo. Otro error. Demasiados errores. Tal vez la chica del espejo pueda enviarme el disco desde alguna excitante dimensión.

Por otro lado, espero que algunos de mis más jóvenes amigos que nacieron en la década de los ochenta como Joan Manel o Xavi, que le dedican más atención a la música que se facturaba en aquella época que la que le presto yo, disfruten también con ella.


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