La gira a la que alude el título es la de promoción por
parte de su autor, David Foster Wallace, de la novela La broma infinita, una obra ambiciosa de más de mil páginas de
extensión, que conocerá un éxito crítico y público mayúsculo (seis reediciones
en su primer mes). David Lipsky, también escritor, pasó con Wallace una semana:
había convencido a la revista Rolling
Stone para dedicar un reportaje al escritor con el argumento de que “hace
diez años que no se entrevista a un escritor en esta revista”. Habría de pasar
más tiempo aún: el reportaje no fue publicado, pero le sirvió a Lipsky para
escribir un libro tras el suicidio de Wallace, que sirve de base de este film.
Así, el inicio es el conocimiento por parte de Lipsky (a
quien incorpora Jesse Eisenberg) de ese hecho, lo que motivará que busque las
grabaciones de las conversaciones que mantuvo con Wallace (aquí, un esforzado Jason Segel): a partir de allí,
la película reconstruye aquellos días en los que convivieron ambos autores.
Como punto de partida supone un reto del que James Ponsoldt y su guionista
Donald Margulies saben salir relativamente bien librados, evitando convertir su
obra en un mero juego de réplicas y contrarréplicas ofreciendo un ajustado
retrato de la tortuosa personalidad de quien escribió Entrevistas breves con hombres repulsivos, una persona de una
inteligencia y sensibilidad excepcionales, extremadamente tímido y con
dificultad de manejarse en situaciones sociales “normales”. De la misma manera
que Lipsky evita interrogar a su admirado homólogo sobre su presunta adicción a
las drogas – para enojo del editor de Rolling Stone -, el film tampoco cae en
el recurso fácil al morbo y destacan momentos anecdóticos a la par que
reveladores como porque el escritor decide intercalar Foster entre David y
Wallace, el momento en el que, a la llegada a la emisora de radio en la cual va
a ser entrevistado, éste presenta a Lipsky como su amanuense, “el señor
Boswell”, y cómo tal es saludado, antes de llegar a la noche final en la que el
autor de Algo supuestamente divertido que
nunca volveré a hacer confiesa a su
interlocutor que su primer intento de suicidio se debió quizás “a que llevaba
una vida demasiado americana, a la convicción de que todo iría bien si hacía x,
y, z”.
Nota: Un interesante retrato de David Lipsky, en el cual hay
una mención a esa semana transcurrida en común, titulado “Los años perdidos y
los últimos días de David Foster Wallace” se halla en el muy recomendable volumen Conversaciones
con David Foster Wallace, editado por Stephen J. Burn, publicado en España
por la editorial Pálido Fuego.
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