24 de enero de 2016

Qué extraño llamarse Federico, Ettore Scola



El pasado martes falleció el director de cine italiano Ettore Scola. El pasado mes de mayo escribí estas líneas sobre su última película para Ruta 66, las cuales, con algunas mínimas modificaciones, reproduzco a continuación:

Esta última película de Ettore Scola, que toma su nombre de un poema de Garcia Lorca – recitado, en castellano, en su inicio -, se resiste a ser clasificada genéricamente: hay algo de documental, de biografía y de autobiografía, de homenaje…  Quizás lo más adecuado y justo sea decir que estamos ante un retrato de la admiración que profesó Scola por Fellini desde que lo descubriera, siendo un niño, como ilustrador y escritor en la revista satírica Marc’Aurelio, a la que el propio Scola se incorporó, finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuando todavía no era más que un adolescente. Allí coincidiría no sólo con el propio Fellini, que ya había iniciado su carrera cinematográfica, sino con otros nombres que dieron lustre al cine italiano de la época tanto a nivel popular como cualitativamente: Steno, Age, Scarpelli, Ruggero Maccari…
                      
Pero aparte de ese retrato admirativo, también hay otro aspecto que se resalta en la cinta: la relación personal entre los dos cineastas, principalmente mediante sus paseos automovilísticos por la noche romana con los que el autor de La dolce vita combatía su insomnio, uno de los cuales contiene quizás el mejor momento de la película: cuando embarcan a una prostituta tan bella y optimista – le llaman “la Gioconda” porque siempre sonríe - como ingenua.

Rodada en el mítico estudio 5, dónde Fellini acostumbraba a filmar – y dónde, cómo se recuerda y recrea aquí, recibiría honores póstumos -, el firmante de La familia juega como lo hacía su amigo y mentor con la figura del narrador y el juego entre realidad y ficción en un proyecto tan personal como indica el hecho de que en  el guión del mismo colaboren las hijas del propio Scola y sean sus propios nietos los que incorporen a ambos directores en su juventud.

A destacar finalmente el homenaje a Mastroianni – tercer vértice de su triangular relación pues trabajaría con frecuencia con los dos realizadores -, así como la inclusión de las pruebas para el personaje de Casanova en la película homónima que realizaron Alberto Sordi, Ugo Tognazzi y Vittorio Gassman.


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