22 de enero de 2015

Danilo Kis, Salmo 44



"(...) mi Dios no es más que la encarnación de la justicia, del altruismo y de la bondad; y de la esperanza - y ella lo escuchaba sin saber si contestarle y qué contestarle, o si decirle, no obstante, que ella también sentía en su fuero interno un Dios semejante, pero que no lo podría haber definido ni ahora ni tal vez nunca en la vida si él no estuviera hablándole de ello -... un Dios que se llama así porqué la gente le dio ese nombre y, por lo tanto, que así sea, pero  ese Dios apenas es otra cosa que una suerte de simbiosis de estos principios, por no decir de las bondades y de las virtudes, que ya te he enumerado, más algunas cualidades semejantes que también suelen atribuirse a Dios; sin embargo a mí me parece que mi Dios es más hermoso y bueno (porque a pesar de todo cada persona, cada persona que cree ser recta tiene y debe tener un Dios propio), y cuando yo digo o pienso "Dios mío, ayúdame", pienso en realidad para mí mismo: "Sé justo", "Sé altruista" y "Ten esperanza en tu bondad y en la de tu prójimo" - y aquella tarde ella memorizó y grabó todo eso en su mente sin ser consciente de que de este modo había construido en su interior un Dios idéntico que no era otra cosa que la palabra y encarnación de su padre, y fue necesario que él no volviera nunca más (ya al día siguiente se lo llevaron durante la redada al sótano del almacén de Lampel y luego al Danubio) para que comprendiera lo que quería decir y a que se refería cuando hablaba de <>".

Danilo Kis, Salmo 44. Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek. Editorial Acantilado, Barcelona, 2014

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