Con retraso, y a través del blog de David Bordwell, me entero que el mes pasado falleció el crítico cinematográfico estadounidense Robin Wood. Como escribe el propio Bordwell, hoy en día se hace difícil imaginar el fuerte impacto que tuvo Wood en el campo de la crítica de cine en los últimos años de los 60 y principios de los 70. Una influencia que en España se manifestaría más tarde y que se proyectaría hasta finales de los 80, época en la que quien suscribe empezó a aficionarse al cine, a asistir a salas, a ver todo lo que podía en televisión y también leer sobre el así llamado séptimo arte. Debía ser por entonces cuando adquirí el volumen que Wood dedicara a Howard Hawks, que en España publicó Ediciones JC. Tengo a mano el libro, empiezo a leerlo y descubre ya en su inicio una buena muestra del vigor del pensamiento del crítico recién desaparecido, así como - creo de su plena vigencia. "Existe una tendencia a separar "arte" y "entretenimiento" demasiado rígidamente. Incluso se utilizan estas palabras como si se refirieran a fenómenos opuestos y mutuamente excluyentes. Al intentar definir uno de estos términos se demuestra lo absurdo de este planteamiento. Si definimos "entretenimiento" como algo que atrae y mantiene la atención del espectador, entonces ¿Cómo se puede concebir una obra de arte que no sea "entretenida"? Por otra parte, lo único que distingue el arte de lo que no lo es, es la relación personal del artista con su material. Si definimos "entretenimiento" (para poder distinguirlo de "arte") como aquella obra que no muestra ninguna relación de este tipo, ningún placer por parte del artista en el acto de la creación, solamente los productos comerciales más ínfimos, se podrían incluir en esta categoría. (...) Una obra es entretenida si disfrutamos con ella de forma espontánea, y es arte en la medida que nos sea intelectual y emocionalmente exigente."
Y un poco más adelante:
"El arte moderno se caracteriza, sobre todo, por su conciencia exagerada de sí mismo, de su importancia y de su función. Para los grandes artistas del pasado, el arte era una función natural y espontánea de la persona. La significación de un drama de Shakespeare o una ópera de Mozart es el fruto del compromiso directo del artista con sus materiales, que se desarrolla como un proceso orgánico natural. El artista moderno se siente solo, separado de las tradiciones del pasado, con las que se ve forzado a fabricarse algún tipo de relación, y aislado de la sociedad moderna, a la que tiende a aborrecer."
En fin, reconozco tal vez que al improbable lector no le cause la lectura de estas líneas el mismo impacto que le produjeron a aquel adolescente que yo era. En todo caso, y en nombre de ese adolescente, me veo obligado a rendir tributo a Robin Wood. Descanse en paz.