31 de mayo de 2011

Leyendo: Vicio propio, de Thomas Pynchon


La acompañó colina abajo hasta donde había aparcado. Las noches de los días laborables no eran por aquí muy distintas de las de los fines de semana, así que esta parte de la ciudad era un bullicioso hervidero de buscadores de juerga, bebedores y surfistas gritando por los callejones, drogatas que habían salido a comprar algo de comer, tipos de tierra adentro que estaban de fiesta esa noche para acosar a azafatas, damas de tierra adentro con empleos normales más a ras de suelo deseando que las confundieran con azafatas... Colina arriba e invisible, el tráfico del bulevar que salía y entraba de la autopista emitía melodiosas frases de tubo de escape que descendían en ecos hasta el mar, donde las tripulaciones de los petroleros que navegaban por la costa, al oírlas, podrían haberlas tomado por voces de la vida salvaje ocupada en sus quehaceres nocturnos en una costa exótica.

Thomas Pynchon, Vicio Propio. Traducción: Vicente Campos González. Tusquets Editores. Barcelona, 2011.

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