Está todo lleno de normas, y la vida es muy difícil. Para entrar en una pastelería, desayunar en un bar o entrar en un museo hace falta una rigurosa organización mental, grandes dosis de confianza en sí mismo, poseer una voz alta y recia y no tener temor a hacer el ridículo. Y nuestra vida se consume en estas minúsculas aventuras.
Vale la pena leer el artículo completo, creánme.