Se comenta en todos los ascensores: ha llegado el frío. Le decimos a nuestro circustancial acompañante que ya era hora, que por fin el clima corresponde a la estación. Nos responde que lo que de verdad necesitamos es que llueva. Asentimos ambos con inquieto alivio y bajamos la mirada como si quisiéramos ver si nuestra boca ha sido capaz de traducir tal sentimiento.
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