Aunque con retraso, merece la pena leerse la columna publicada por Javier Marías el pasado domingo en "El País Semanal": un repaso a como en España todo el mundo se ha dedicado a sentar cátedra acerca de la "salida del armario de las SS" del famoso escritor Günter Grass. Contrasta para Marías - y para un servidor - la atención que se le está dando con el escaso interés que despiertan casos mucho más cercanos e hirientes. Fíjense si no en el siguiente párrafo:
En este país grotesco, ni la derecha ni la izquierda tienen el menor interés en que se sepa la verdad, y ambas están aún dedicadas a maquillarla a su favor, cuando no a tergiversarla con desfachatez. No cuente usted lo que escribieron o hicieron Cela, Laín Entralgo, Tovar, Maravall, Ridruejo, Sánchez Mazas, D’Ors, Giménez Caballero o Foxá, porque no fue nada malo, exclama la derecha, o empezó a serlo sólo cuando se apartaron del falangismo o de la dictadura, los que lo hicieron. No cuente usted lo que escribieron o hicieron Aranguren, Haro Tecglen o Torrente Ballester, porque acabaron siendo muy “progres” y amigos nuestros, exclama la izquierda indignada, y menos aún Bergamín, que fue rojo de principio a fin. Por ambos lados la consigna es callar. Todo lo contrario que con Grass, Heidegger, Jünger o Cioran, no digamos con Drieu la Rochelle o Céline.
Escuchando: John Peel, Fabriclive.07 (Fabric). Estupenda sesión del maestro.
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EL GUNTER GRASS PARAGUAYO
(X Luis Agüero Wagner, comentario publicado en “La Naciòn” de Asunción, 19 de octubre de 2006 )
El Gunter Grass paraguayo, Alcibiades González Delvalle, sigue guardando un sepulcral silencio sobre su siniestro pasado como policía de Stroessner, a pesar que esta gravísima acusación ya ha recorrido el mundo a través de agencias noticiosas extranjeras y se ha publicado en innumerables sitios web y periódicos locales como noticia insólita. A diferencia del escritor alemán que tuvo el coraje de confesar de motu proprio su paso por las Waffen SS durante el régimen de Adolf Hitler, su homólogo local temblando de cobardía opta por intentar esconder su deshonroso paso por la policía estronista, que lo integró como oficial por decreto 13.125 el 9 de noviembre de 1960. ¿Qué méritos hizo Alcibiades González Delvalle para ascender el 7 de septiembre de 1962 a oficial 1º de Policía por decreto 24.581, firmado por Alfredo Stroessner y Édgar L. Ynsfrán? ¿Cuántas veces aplicó la picana eléctrica? ¿A cuántos integrantes del FULNA o del Movimiento 14 de mayo apresó? ¿Cuántos "comunistas" pileteó?
Grandes misterios sin resolver, enigmas sin respuesta perdidos en la nebulosa del pasado de este privilegiado zoquetero del gobierno municipal colorado de Enrique Riera y referente periodístico de la ultraderecha tilinga: Alcibiades González Delvalle.
Olvidan sus abogadas al pretender defender a este chancho de su chiquero periodístico, cuánto dinero robado durante la dictadura a las arcas de la intendencia del ejército, a la Flomeres, IPS y el Banco Nacional de Fomento costó al pueblo paraguayo la inauguración de los medios de comunicación que le valieron su ascenso al coronel Pablo Rojas. Así como tardaron 30 años para descubrir que el país vivía bajo una dictadura, y hoy no terminan de jactarse de la lucha que la National Endowment for Democracy les financió contra la fase terminal del régimen que les proveyó los recursos para inaugurar sus medios de comunicación, no es extraño que lleven 46 años sin enterarse que el impoluto moralista de la pluma Alcibiades González Delvalle sirvió como tenebroso policía de Stroessner durante la etapa más sangrienta de la dictadura.
A mediados de este año el mundo se enteró, en revelación hecha por el mismo interesado, que el escritor alemán Gunter Grass sirvió unos meses, a los 17 años de edad, en las Waffen SS y de que ocultó por sesenta años la noticia, haciendo creer que había sido soldado en una batería antiaérea del ejército regular alemán. No sorprende en absoluto que Grass ocultara su pertenencia a una tropa de élite visceralmente identificada con el régimen nazi, de tan siniestra participación en tareas de represión política, torturas y exterminación de disidentes y judíos, aunque, como ha dicho, él no llegara a disparar un solo tiro antes de ser herido y capturado por los norteamericanos.
Pero a diferencia del ex policía de la etapa más sangrienta de la dictadura Alcibiades González Delvalle, Gunter Grass no esperó a que aquel remoto episodio de su juventud llegara a conocerse por otras fuentes, echando sombra sobre su nombre y reputación de escritor comprometido. Dentro de algunos meses, ya nadie recordará el paso del escritor alemán por las SS pero la gloria de su trilogía novelesca de Danzig, en especial "El Tambor de Hojalata", se mantendrá intacta.
No sería ecuánime que el mismo destino tuvieran quienes como el policía de la cultura decidieron escudarse, y no en el talento ni el compromiso que nunca tuvo en abundancia, sino en el posicionamiento alcanzado mediante políticos corruptos, intereses foráneos y el olvido propio de una sociedad impura.
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