"Hay un sudor nazi: frígido, diferente al de los bolcheviques, a su pesado olor humano de marchas largas sin mudas de recambio. Diferente también al sudor de los que están en el paredón, de muchos, no de todos, porque no todos sudan en ese moment. Franz Jägerstätter, por ejemplo, cuando lo decapitaron porque su conciencia de católico no le permitía ser un soldado del Tercer Reich, parece que no sudó. Estaba fresco, tranquilo. Fastidiado, claro está, por tener que morir, cabreado, pero no histérico ni confuso; si su esposa hubiera estado allí, junto a él, y si hubiera tenido la oportunidad, probablemente le habría hecho el amor como siempre y nada mal, como lo había hecho durante toda su vida, entre la envidia de sus paisanos. La fe, está escrito, mueve montañas; cierto, mueve las suprarrenales".
Claudio Magris, No ha lugar a proceder. Editorial Anagrama, Barcelona, 2016.