Hoy es sábado, y toca leer a Andrés Ibáñez en ABCD. Mañana domingo haremos lo propio con Enrique Vila-Matas (nueva web). La semana pasada, Vila-Matas citaba a Ibáñez en su último artículo, Amigos que no duermen. Pero no perdamos el rumbo, hoy somos nosotros los que citamos al autor de El perfume del cardamomo, quien en su nuevo Comunicado de la Tortuga Celeste - todavía no está disponible el enlace -escribe:
"Bruckner parece muy grande porque recuerda (desde lejos y sin fijarse bien) a Wagner. Pero es muy pequeño porque lo que sucede en sus sinfonías no son sino los pensamientos de un hombre solitario que pasea por las aceras de Viena contemplando las nubes. Esta música gigantesca de unísonos grandiosos y timbales retumbantes es en realidad la música más íntima que se ha escrito nunca."
Ciertamente, pese a la monumentalidad de la música de Bruckner siempre me he sentido afectado de manera bastante íntima, algo que no me ocurre con frecuencia con Wagner. He recordado - porque se menciona en el artículo - el movimiento final de la 8a Sinfonía y he encontrado un vídeo en el cual, la World Philharmonic Orchestra, dirigida por Carlo Maria Giulini, que ilustra perfectamente aquello - especialmente a partir del final del quinto minuto - que describe muy acertadamente Andrés Ibáñez:
(Aviso: el final se corta abruptamente)
"Bruckner parece muy grande porque recuerda (desde lejos y sin fijarse bien) a Wagner. Pero es muy pequeño porque lo que sucede en sus sinfonías no son sino los pensamientos de un hombre solitario que pasea por las aceras de Viena contemplando las nubes. Esta música gigantesca de unísonos grandiosos y timbales retumbantes es en realidad la música más íntima que se ha escrito nunca."
Ciertamente, pese a la monumentalidad de la música de Bruckner siempre me he sentido afectado de manera bastante íntima, algo que no me ocurre con frecuencia con Wagner. He recordado - porque se menciona en el artículo - el movimiento final de la 8a Sinfonía y he encontrado un vídeo en el cual, la World Philharmonic Orchestra, dirigida por Carlo Maria Giulini, que ilustra perfectamente aquello - especialmente a partir del final del quinto minuto - que describe muy acertadamente Andrés Ibáñez:
(Aviso: el final se corta abruptamente)