22 de abril de 2007

Thomas Quasthoff - The Jazz Album

Thomas Quasthoff un bajo-barítono alemán de una calidad excepcional ha superado limitaciones físicas importantes para desarrollar una imponente carrera en el mundo de la lírica, entre los que se cuenta entre sus más notorios – y activos – representantes. Debido a tal dedicación, sorprende – y lo hace de manera sumamente agradable, anticipémoslo – la grabación de este disco dedicado al jazz. La sorpresa se relativiza cuando, a través de las líneas interiores del disco, se nos informa que Quasthoff ya cantaba jazz en clubs durante sus años anteriores.
Contando con la producción del trompetista – también germano – Till Brönner y los arreglos – y también piano – de Alan Broadbent, el astro lírico se rodea a la vez de una banda de jazz – con algún nombre de esos de campanillas: Chuck Loeb en la guitarra o Peter Erskine a la batería, por ejemplo – y por una orquesta, la Deutsches Symphonie-Orchester Berlin, para acometer un repertorio no enteramente jazzístico, aunque con no pocas piezas señeras del género, retos de altura para cualquier cantante: “My Funny Valentine”, “There’s a Boat That’s Leavin’ Soon For New York”, “They All Laughed” o “In My Solitude” se acompañan de un repertorio más ligerito: composiciones de Chaplin – “Smile” -, Stevie Wonder – “You and I” – o muestras de la prolífica colaboración entre Michel Legrand y Alan y Marilyn Bergman, aquí ejemplificada con “What Are You Doing The Rest Of Your Life”.
El resultado es que la voz de Quasthoff añade resonancia notablemente dramáticas a mucha de las piezas y en ocasiones se acerca al estremecimiento, como en la final y desnuda “In My Solitude” de Duke Ellington. Por lo demás, la técnica no puede borrar el chispazo de algunas piezas que requieren más soltura que academicismo como puede ser la también mencionada “They All Laughed”.
Con todo, el disco será del agrado de quien guste de la carrera más “clásica” del cantante alemán, pues su acercamiento al jazz no es excesivamente arriesgado, lo que también supone que el aficionado al jazz más ortodoxo puede encontrar aquí alguna versión que añadir a ese repertorio jazzístico de referencia, abominando de los acercamientos más “poperos”. Desaconsejable para los que se sitúen a un extremo – clasicómanos empedernidos – o a otro – aquellos que piensen que jazz equivale a riesgo sin medida -, a excepción de que se consideren, como un servidor de ustedes, libres de prejuicios.

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